lunes, 25 de junio de 2007

Vendas fuera!

Recomendando...
"Voces contra la globalización"
una serie de 7 documentales que han ido emitiendo los domingos en la 2, y que ahora se pueden bajar desde el emule, que no pueden dejar indiferente a nadie. Se pone en tela de juicio el capitalismo, la sociedad consumista, la globalización, el materialismo, las injusticias del mundo...para mi hay un antes y un después tras ver estos documentales. Nunca había visto una denuncia tan contundente, y las verdades expuestas de forma tan sincera, sin intereses escondidos.

No recomendado a quienes quieres seguir viviendo en la ignorancia, o con sus conciencias impecables... o especialmente indicado para ellos...

Despertemos, por dioss.!!

martes, 19 de junio de 2007

He aquí unos críticos de mi cosecha acerca de la filosofía de estos autores.
....sí, a todo esto, me gusta la filosofía...y sobre todo dicutir acerca de ella. Pues ello, ahí lo dejo.

Nietzsche Crítico (2 bachiller)


La filosofía de Nietzsche es radical y sin embargo, no puede ser de otra forma, pues la época así lo requería. Una filosofía que desmonta no ya el pensamiento, sino la propia cultura no puede por menos que emplear un lenguaje violento contra el fraude de miles de años enmascarado por la moral.

Personalmente comparto toda la parte crítica de su filosofía, el lado que descubre la falta de libertad humana, sometida a morales y religiones interesadas que asfixian la vida, que convierten al ser humano en esclavo de las ideas, de la ética del bien y del mal. Y creo necesario también esa apuesta a favor de la vida y de todo lo que representa para lograr un ser humano que simplemente adquiera conciencia de su condición aceptando quien es, gustándose por lo que es, reconociendo su lado animal. Un lado animal que luche por la vida, por el sentido de la tierra a la que pertenece, sin religiones, sin estados, sin otros líderes que uno mismo.
Sin embargo a partir de aquí, cuando Nietzsche propone su superhombre con su voluntad de poder, comienzo a dudar.

Fiel a su estilo, con todas sus contradicciones y desafíos al lector, la filosofía de Nietzsche se queda algo ambigua en sus explicaciones, sujetas a posibles interpretaciones -y desde luego no me refiero a las interpretaciones nazis-
Quizá el que ha visto la verdad en su mensaje se pregunta como es posible buscarle un lado práctico a su filosofía en un ámbito que trascienda lo personal, pues dice bien en ser el primer psicólogo, una terapia genial para quién viva en la aberración torturando su naturaleza, pero ¿y en el plano de lo social?. Nietzsche parece haber olvidado por momentos que el ser humano es un ser social, que sobrevive como especie gracias al camarada contiguo, gracias al colectivo y a la vida en sociedad.
El estado espiritual del superhombre puede ser sencillamente perfecto pero los superhombres tienen necesariamente que vivir en sociedad, metidos en el mismo saco, y terminarían clavándose las púas…
Jamás renunciar al valor de la vida, al auténtico caos que es la vida, reflejo de toda la naturaleza, de todo cuanto nos rodea, pero la sociedad requiere de cierto orden, la libertad individual necesita de la armonía para no convertirse en la privación-de-la-libertad-de-otros (individualismo actual) y no sé hasta que punto relega Nietzsche la razón a un segundo plano. En lo que estamos de acuerdo es en esto: la razón es una derivación de la vida, este es el punto de partida para recorrer nuestra -y de nadie más- existencia.

Otro asunto que ha llamado la atención es aquel de “que no se tenga el valor de ir a más” una vez nos encontremos ante la disyuntiva de seguir la senda o trazar nuestro propio recorrido. Esto ya no me atrevo a afirmar, pero ¿se puede considerar un error, por muy fatal que sea, el hecho de que el ser humano haya vivido inmerso en el más fatal de los engaños TODA su existencia? ¿No se consideraría una característica innata a la especie, impresa en sus genes? En verdad me gustaría pensar que no pero aceptar nuestra condición sería aceptar esto también: puede que los líderes, los símbolos, las normas sean aceptadas gustosas por una especie que se debate entre sus genes y su conciencia. Nuestros hermanos en la tierra, los mamíferos en general se estructuran jerárquicamente, cuentan con líderes. ¿Hasta que punto venimos del “mono”, hasta que punto debe interesarnos distanciarnos de él?
La razón esta presente en nosotros, es potencialmente utilizable, y por lo mismo, es característica del ser humano, forma parte del ser humano. Pero repito: este no debe olvidar sus orígenes
Ha pasado un siglo y el ser humano sigue sin emanciparse y, lamentablemente quien se presentaba como un destino va a quedar relegado al olvido, a lo meramente anecdótico mientras el ser humano es conducido a un anestésico “mundo feliz”.

Crítico Wittgenstein (2 bachiller)

Lo más interesante de este autor y de toda esta filosofía es la obviedad que ha estado oculta a mi entender todo este tiempo, trascurrido el cual empezaba ingenuamente a creerme un experto en filosofía sólo para darme de bruces con la realidad y ser consciente de mis lagunas, y a su vez, reconocer felizmente que la filosofía no se acaba en Nietzsche…pero ya se sabe que cuando uno cree saberlo todo no está haciendo más que apología de su ignorancia, regocijándose en ella, porque el saber se sustenta en la duda (y con Nietzsche me han surgido miles), que la estimula y proyecta; configura las ideas…lo demás es una negación de la duda y acato sumiso de creencias preestablecidas.

Pero evitando distracciones y un posible efecto somnífero en el lector voy al asunto que quiero tratar: la relación entre el mundo, el pensamiento y su manifestación, el lenguaje.
Hasta ahora había concedido mas bien poca importancia a las diferentes lenguas, las veía como meros vehículos para trasmitir los pensamientos, que es lo que importa porque –yo al menos así lo considero- somos primero porque existimos, y luego porque pensamos y le otorgamos el sentido a esa existencia y al concepto mismo de la vida-

No había calculado hasta que punto ese vehículo portador de pensamientos, ideas y creencias que es el lenguaje lo condiciona todo, al estar en retroalimentación con el ser humano y sus inquietudes, y su esencia. Comunica los pensamientos entre los individuos de la especie, y por lo mismo, es el vivo reflejo de la especie. De ahí la importancia, antes oculta para mí, de las filologías, y de todo lo que pueden aportar de las culturas, las formas de concebir el mundo, las formas de ser ser humano.

Esta reflexión abre nuevos campos en los que indagar con el pensamiento y mantienen viva la filosofía, que es al fin y al cabo la rueda que insufla vida y hace cobrar sentido a la existencia de una especie que sobrevive gracias al pensamiento además de los genes.
Porque filosofar es pensar, y ese es el denominador común de toda la especie. Especie que comunica el pensamiento por medio del lenguaje.

Con el pensamiento, con la conciencia de lo que ocurre los hechos que acaecen sucesivamente cobran valor. Hay alguien que les da sentido, que dice que son hechos, alguien que tiene conciencia de que ES además de existir. Las cosas existen en el universo, en sí mismas no son nada, sólo existen. De ahí que sin conciencia de su existencia simplemente no serían, ni siquiera existirían, o mejor dicho, daría igual su existencia. En un marco donde todo ocurre al azar, sin dioses, sin nada, todos son hechos que bien podrían no serlo. ¿Quién te asegura que están hay y que son?

El mismo término de objetivo no existe, está en nuestra cabeza. El universo no ES, el universo SOMOS a través de nuestra estrecha forma de ver el mundo; incluso añadiría que el universo existe porque nosotros, los seres humanos, sabemos que existe, es porque nosotros sabemos que es. En esta reducida forma de ver el mundo no cabe la objetividad. Porque no hay ninguna realidad más que la que nos invade por los sentidos, no somos capaces de ninguna verdad absoluta porque de entrada la destructiva especie de la que formamos parte ocupa un ínfimo lugar en un enorme escenario, en el que nadie te asegura que el rojo sea rojo, del que tenemos conciencia pero apenas vemos dada la penumbra de nuestra percepción y las diferentes luces con que cada uno, en la realidad de su cabeza, ilumina el escenario y toma uno de los infinitos conceptos de “realidad”, “libertad”, “amor”, y un largísimo etc.

No creo que los límites del lenguaje sean los límites del pensamiento. El ser humano es ética, es filosofía y metafísica porque no hay realidad o hechos significantes más que los que ocurren en nuestra cabeza porque han llegado a través de los sentidos. ¿Qué es lo natural? ¿Qué es lo sobrenatural? ¿Qué es lo normal, qué es lo aberrante? Nosotros reproducimos en nuestro conocimiento un universo que bien podría ser de otra forma. Nosotros somos el universo y también la ciencia. Porque la ciencia, como todo en nuestra realidad de especie, es producto de seres humanos, de individuos que se han dejado llevar por la subjetividad de su imaginación e inventiva aplicada a la investigación y han producido eso, como bien podrían haber pintado un cuadro o compuesto una canción.

Lo que cada uno de nosotros entiende en su fuero interno es, muchas veces, inexpresable por medio del lenguaje. Yo tengo un concepto del universo y, sin embargo, no lo he plasmado aquí con éxito, haciendo como he hecho referencia continua a ejemplos para que otro ser humano me comprenda y me contraste con su realidad. El vehículo difusor de ideas – el lenguaje- tiene sus limitaciones, pero a mi juicio estas limitaciones no son la jaula del pensamiento.

La ética está ahí porque todo cuanto existe a nuestro alrededor está humanizado – en el sentido de que el ser humano le ha dado un significado, un sentido- y al ser la ética una tendencia profunda en el espíritu humano no puede por menos que ser otra de sus verdades, porque la palabra universo no designa al universo, designa un concepto de universo independiente en cada cabeza que, sin embargo, se ve reducido en el momento de ser manifestado, conducido por medio del lenguaje para poder expresárselo a otro/a .

domingo, 17 de junio de 2007

Próximamente:

Durante 2007-2008 (sabatik year) relatos, críticas, inquietudes, lo que se me ocurra.. irán cayendo por aquí sin orden ni concierto. Mi primera ventana abierta al mundo. Sin censura, sin prejuicios, sin barreras, sin fronteras. Bienvenidos.

J&A

Retrato de YO. Gustaff y la vida.

Las manecillas del reloj que asomaba por encima de los tejados del pueblo, en la torre de la iglesia, marcaban poco más de las doce cuando el lugar quedo sumido en un profundo silencio sólo interrumpido por el graznido de las aves y el aullido de los lobos del bosque circundante. Las últimas luces de las casas se apagaron dejando las calles y callejuelas en la penumbra. El perfil de la media luna suspendida en el cielo y las estrellas del firmamento moldeaban con sus haces de luz cada rincón del pueblo definiendo las formas en un contraste de claroscuros.

Gustaff se removió inquieto en la cama, no podía dormir. Había algo inquietante en el ambiente de aquella noche. Deslizó sus pies dentro de las zapatillas y se acercó a la ventana, corriendo las cortinas con mano prudente. Allí se quedo inmóvil un buen rato con la mirada fija en las zonas de penumbra, escrutando la oscuridad de los callejones a través del cristal de su ventana. Siempre había sido un miedoso, la oscuridad le asustaba, y más una noche como aquella. Le atemorizaba el paraje al que asomaba su ventana: una plazoleta en cuyo centro asomaba un árbol antiguo de ramas desnudas y de la que partían dos estrechas calles y un callejón que se perdía en la oscuridad. En lo alto, por encima de las tejas, y a lo lejos, la torre de la iglesia se alzaba sombría y solitaria. En su pared colgaba el reloj, apenas un circulo borroso anunciando impasible el paso de la noche.

Gustaff se quedó allí, quieto, muy quieto, con la mirada perdida en el horizonte estrellado, y sintió en lo más profundo de su persona una urgente necesidad de escapar de todo aquello, sentimiento que le asaltaba en aquellas noches solitarias, donde el insomnio y la soledad se hacían eco de sus sombras.
Nunca había salido del pueblo, desconocía lo que había más allá de las lindes del bosque. Toda su infancia había transcurrido al otro lado de la ventana, en aquel pueblucho silencioso, alejado de todo. En aquella plazoleta había hecho todas las cosas que cualquier crío alegre hubiera podido desear. Allí había jugado con los otros niños a los juegos más disparatados, allí, junto al árbol eternamente desnudo, se había peleado por el amor de una chica, había cantado junto a la orquesta, había tramado las mil aventuras junto a sus amigos. Eran aquellas fachadas silenciosas las que habían contenido su vida, sus preocupaciones, sus inquietudes. Era aquel pueblo, junto al cielo y el bosque, el contenedor de su existencia, los límites del decorado en que se desarrollaba la función de la que él era protagonista.

Su vida era feliz, pensó Gustaff, y sin embargo algo le faltaba, alguna pieza no encajaba en su interior. Ya desde pequeño miraba el cielo con ansias de volar, contemplaba la única carretera que conectaba el mundo con la villa -y que se perdía zigzagueando en la lejanía- soñando con mil aventuras mientras estudiaba su trazado, mientras se preguntaba que habría al otro lado. Imaginándose explorador de los parajes más extraordinarios, surcando los mares como pirata, sobrevolando las nubes en carruajes mágicos. Un día soñaba con ser guerrero, otro con ser emperador o miembro de una tribu amazónica, deseaba ser rico para ayudar a los pobres, deseaba ser pobre para acabar con los ricos. Los libros de la biblioteca alimentaban su imaginación. Allí se pasaba horas y horas perdido entre las páginas enfrascado en otros mundos, viviendo en su fantasía.



Sin embargo nunca suscitó preocupación entre los mayores del pueblo, era un chico corriente, como todos, especial a su manera, con sus virtudes y sus defectos. Jugaba con sus compañeros a la pelota, se apuntaba a cualquier trifulca o travesura y despertaba la simpatía entre mayores y amigos. Que sintiese especial apego por sus momentos de soledad, por aquellos solitarios paseos internándose en el bosque sin más compañía que sus pensamientos, o por su afición a sentarse bajo la lluvia a escuchar el repiqueteo y fluir del agua sobre su paraguas, era contemplado con cariño por el pueblo, que por lo demás continuaba inmerso en sus quehaceres, sin alimentar en sus corazones la sospecha del destino que Gustaff había elegido para sí mismo.
¿Qué era aquello que se debatía en su interior con el ímpetu del oleaje en una tormenta? ¿Qué era aquello que buscaba desesperadamente librarse de sus cadenas, de esos horizontes inaccesibles, de ese otro lado de la desértica carretera?

Gustaff se hacía mayor. Ahora contemplaba erguido entre las sombras, frente a la ventana, el reloj difuso de la torre preguntándose que era aquella soledad que se cernía sobre su corazón, extendiéndose al rítmico compás de las manecillas del reloj. Cuando estas se posasen sobre el amanecer él ya no sería el mismo, nunca fue el mismo de un día para otro pero este, especialmente el día que se avecinaba, anunciaría su mayoría de edad. El 18 cumpleaños. Gustaff, sencillamente, no podía asimilarlo. Toda una vida contemplando esa edad como algo inalcanzable, o ese algo que ya llegará y nunca llega para los niños, que mientras tanto siguen con sus juegos e ilusiones ajenos al impulso de la naturaleza que les hace mayores, sin entender de edades, sin entender de fechas.
Gustaff, como todos los seres humanos, se había hecho mayor fuera de fecha. Los dieciocho no eran más que un símbolo, una consecuencia de la ordenación y planificación humana, y él, que contemplaba ahora las siluetas de los desordenados tejados, sintió ya desde muy pequeño que en su interior una energía le hacía crecer y madurar, precisamente, en aquellos momentos donde la soledad le embargaba y una extraña sensación de felicidad y serenidad recorría su cuerpo.

Un copo de nieve, y luego otro, y otro, se dejaron caer meciéndose suavemente, como suspendidos en el aire al otro lado de cristal. Nevaba y sin embargo Gustaff seguía con la mirada perdida en el vacío, como si la repentina y espesa nieve no hiciese más que poner énfasis en los pensamientos que florecían movidos por los acordes de su alma.
Como si el decorado que trazaba los límites de su existencia intentase con efectos especiales conmover al espectador que nunca existió y que, sin embargo, seguía atento la función y los pasos de su protagonista, tan insignificante y tan efímero como la barca que se debate por seguir a flote en medio del violento oleaje en algún punto del basto océano. No, él no era especial, ni pretendía serlo. Su vida era tan irrelevante y maravillosa como la de cualquier otro. Él no era más que el resultado de millones de casualidades y coincidencias que la vida había dispuesto. No tenía un destino, ni un Dios que le cobijase. El capricho del azar le había llevado a ese lugar donde había nacido y crecido, a esas orillas de arenas blancas y aguas cristalinas sobre las que amaneces una vez la tempestad ha vencido tu débil barca que ahora yace echa pedazos por la arena, junto a ti, en tu isla perdida.

En cierta ocasión, una calurosa mañana de verano, Gustaff se acercó a mí y dijo entre misterioso y divertido que estos pedazos eran lo único con lo que contamos para empezar a construir nuestra existencia, meras astillas con las que estás obligado a partir de cero. Te vienen dadas y te condicionan la vida en la isla.
Ahora que los años han dejado la vejez impresa en mi piel lo comprendo, o creo comprenderlo, porque en la vida nada es seguro. Él, Gustaff, no quería ser arrojado a la orilla para ponerse en pie y clavarse las astillas, él no estaría sometido, tampoco huiría, simplemente, trazaría su senda.



Bienvenidos silenciosos e invisibles espectadores. Guardar silencio, pues la función va a comenzar y el telón sube sin esperar a que vuestras inexistentes bocas callen. Bienvenidos a la historia de una vida. Bienvenidos a la historia de Gustaff.
Pero os advierto: no esperéis que el espectáculo dure. Esta vida narrada, reflejo de cualquier otra vida, de la suya propia tal vez, ha terminado antes de comenzar y la función terminará enseguida, pues no seré yo quien de voz a un perfecto desconocido, o quien narre y dé sentido a una vida ajena. Yo sé tan poco de Gustaff como cualquiera de vosotros. De hecho os recomiendo que no os fiéis de un narrador que se dirige a la nada, que habla solo dirigiéndose a butacas vacías.
Fuera, tras el cristal, es de noche y está nevando, pero aquí dentro podréis maravillaros de los colores de la isla, del contraste entre el azul infinito del cielo y los mares que rodean vuestra existencia. Tranquilos, ya me callo para que comience la representación. Las luces se apagan, los focos se encienden. En realidad no estoy seguro de que esta voz- mí voz- haya sonado alguna vez en vuestras cabezas, en esta sala vacía. Pero, decidme, qué es la realidad sino nuestra forma estrecha de entender el mundo. Psst. Ahora callaros vosotros también. Alguien asoma en el escenario. Mi inexistente voz se extingue. El silencio os pide silencio…

El reloj de la torre solitaria y sombría marcaba por fin el amanecer. Un amanecer inesperadamente nevado. Ya no había ninguna figura solitaria mirando a través de la ventana. Por lo menos no se ve desde aquí, desde la plaza. Gustaff tampoco bajó a desayunar esa mañana. La nieve se acumulaba en las calles, callejuelas y tejados, camuflando las formas. Alguien aporrea la puerta de su cuarto, pero en lugar de la voz de Gustaff sólo se escucha el silencio. En lo alto, por encima de los tejados, y a lo lejos, la torre muestra una buena perspectiva del paisaje nevado. El camino que conecta el pueblo con el mundo exterior parece haber desaparecido, no se divisan aquellos trazados que se perdían en el horizonte. En su lugar se aprecian puntos oscuros marcados en la nieve. Sólo si nos fijamos bien descubriremos que son huellas, pisadas de un caminante decidido a ver que hay al otro lado de la carretera con la ilusión de perderse en el horizonte. Es la estela impresa en la nieve de un sueño, del sentido particular de una vida.
Una sombra avanzaba intensamente feliz, el viajero del mundo se despide con lágrimas en los ojos de todas las cosas maravillosas del pueblo, de todos los hermosos recuerdos, pero no mira atrás. Una sonrisa asoma sincera en su rostro radiante de alegría. Un paso, otro paso, un destino, una veda abierta. El caminante abriendo su camino. Un paso, otro paso. El maravilloso recuerdo de la libertad antes de que el telón vuelva a cerrarse.