miércoles, 17 de diciembre de 2008

MUNDO DE IMÁGENES

Siglo XXI y, a pesar de todo, aquí estamos. Los humanos de la técnica y del progreso, los humanos orgullosos que se saben humanos y que ahora miran, preocupados, el futuro que antes se construía con las máquinas y que ahora las maquinas construyen con nosotros. Al margen de la crisis económica de la que tanto se habla, que se siente en la cartera de las sociedades opulentas -que somos nosotros- y que pagan con la vida y luego con el olvido los pueblos empobrecidos de éste mundo -que son todos los demás-, se podría decir que el sentimiento de optimismo impera en la dinámica humana; dinámica salpicada de revoluciones multimedia y revoluciones tecnológicas, de descubrimientos científicos y de todo lo demás, en una trepidante carrera hacia el abismo. Pero la crisis económica y la paulatina destrucción del planeta son solo pequeños obstáculos que los humanos sofisticados corregiremos con nuevo ingenio y con nuevos inventos estimulados por la iniciativa privada y el libre mercado de competidores que -la historia ya nos la sabemos- solo entienden de fines (económicos) que justifican los medios (la propia vida). Se esfuerzan en hacernos creer esto. Y encima tienen bastante éxito.


Miro a mí alrededor y veo ideología, porque esta creencia, sea falsa o verdadera, es ideología que los medios de comunicación difunden desde el poder. Pregunto a amigos, pregunto por la calle sobre política y las respuestas se suceden en torno a un “no me interesa la política”, “son todos unos mentirosos”, “yo solo quiero ser feliz en un caserío en el monte, y que me dejen en paz”. En fin, que mienten ya lo sabemos, y que los justos rara vez llegan al poder también, pero lo que no sabemos y debemos saber es que estas posturas ante la vida no obedecen a un descubrimiento espontáneo, a una reflexión profunda sobre la política, a la bombilla que se enciende por uno mismo, sino que la ausencia de ideología se debe a la ideología, la conciencia apolítica se debe a la política, y el conformismo y la ignorancia son el resultado de una ideología explícitamente ausente de ideología. No somos libres para decidir ser conformistas. Los ignorantes sin inquietudes políticas y de cualquier otro tipo no son sujetos concebidos originalmente por ellos mismos que han optado por esa forma de vida, sino el resultado de una formulación concebida y resuelta, de antemano, por otros. Esos otros que están arriba son los que inundan la cultura y hasta el último baluarte de libertad humana: la educación. Crean conciencias sin conciencia e inundan la vida -que ahora es el mercado- de sujetos repetidos y repetidores de saberes. En este contexto son pocos los originales.


La política descubrió al Cuarto Poder, los medios de comunicación, y el Poder descubrió a ambos. Esto ocurrió en Europa; primero con los viejos europeos y luego con los nuevos, que inventaron países como los EEUU sobre tierras que no eran suyas. En un principio, fue la prensa escrita. Luego vino la radio. Y finalmente la televisión y ahora Internet. Pero lo que no sabemos –y deberíamos saber- es que esta evolución de los medios de comunicación ha corrido desde la poca variedad de medios, propiedad de la diversidad de opiniones, hacia la abrumadora diversidad de medios, propiedad de una opinión. Con el triunfo del modelo económico occidental sobre un mundo colonizado por occidente con las armas y luego con la cultura, la tendencia histórica del capitalismo ha sido la de concentrarse y perpetuarse en torno a unas pocas manos. Lo que no se sabe hoy en día porque, desde la ideología, nadie se preocupa de que se sepa, es que vivimos en el mundo globalizado donde imperan las grandes corporaciones, las multinacionales, que son más poderosas que muchos Estados. No hay diversidad de opinión porque no hay diversidad de propietarios. Las grandes corporaciones controlan los medios de comunicación. Y eso significa que controlan la llave de la información. Y esa llave para la información es la llave para la libertad humana. Para que, por lo menos, seamos libres de decidir nuestro conformismo.


Pero el que es conformista por voluntad y no por obligación (ideológica), es decir, el que es verdaderamente libre para decidirse conformista, es también criminal en la medida en que se sabe cómplice de las consecuencias que su comportamiento provoca. No fueron iguales los ojos que miraron y no vieron que los ojos que miraron y fingieron no ver. No somos nada cuando somos conciencias dormidas y sólo somos conciencias atormentadas cuando ocultamos la mirada tras la mano para negar la luz que sabemos que es luz y que quema. Y si hay futuro para la humanidad, será terrible el juicio que de nuestros contemporáneos se haga porque en la era de la Información la pobreza, el hambre o las guerras son porque se permiten, no porque sean. Y esto es importante: George Bush, que es la Marca visible del iceberg invisible del poder que salpica la dinámica del mundo –que ya no es mundo porque lo convirtieron en Producto- no ES, sino que se Permite. Bush es el resultado de la creación de las conciencias dormidas o fingidas. La ignorancia es la materia prima y el conformismo es el producto intermedio de este proceso productivo que tiene como finalidad construir a partir de una imagen de marca –Bush- toda una realidad tangible, que es la realidad del mundo; y así el mundo se reduce a un bien que puede comprarse y que se compra. Y que, a este ritmo de desarrollo y progreso, con este modelo de consumo, corre el peligro de caducar enseguida.


La Ilustración vino escrita, y la energía de las ideas y los conceptos se trasformaron en brazos alzados, en revoluciones. Y lo que se originó en Europa terminó por llegar al mundo, porque Europa, siempre quiso ser mundo y siempre se creyó mundo. EEUU, que no tuvo Ilustración, va más allá y se cree universo. Después de todo, Dios sigue bendiciendo a América y le sigue ayudando en su combate contra el Mal, contra los integristas. El problema de que la primera potencia mundial enmascare sus actos puramente pragmáticos (Irak y Afganistán no son Irak y Afganistán, son petróleo, y el petróleo no es petróleo, es poder para quien lo posee) bajo una moral divina del Bien y del Mal que justifica sus actuaciones en la faz de la Tierra resulta abrumadoramente terrible. La diferencia entre las dos potencias, la europea y la neo-europea, reside en que la primera era una cultura escrita, donde imperaba la fría razón, y que fue degenerando al cruzar el atlántico hacia una razón cada vez más instrumental, que sintetizaba la vida en mercancía y mercados, y que ahora basa su poder en la imagen. Imagen que es espejo donde los viejos europeos y el resto de pueblos del mundo quieren mirarse para no verse reflejados en la esencia de la vida, que es la diversidad.


Estados Unidos es un imperio. Un imperio cultural que perdió su discurso escrito a medida que la política se supeditaba al dólar, y que amenaza con homogeneizar –si es que no lo ha hecho ya suficientemente desde la Segunda Guerra Mundial- las formas de vida del mundo. Un imperio cultural que basa su poder en la imagen y que trasciende todas las fronteras del mundo, que ya no es mundo porque es Mercado.


De camino a lo concreto, indagando en mi memoria, descubro que en la educación secundaria obligatoria nadie me dijo que Estados Unidos, por poner un ejemplo, había armado y financiado las dictaduras más sanguinarias de medio mundo para perpetuar un modelo de vida feliz basado en el consumismo. Pero esto no es de extrañar porque, la educación, lejos de educar al ciudadano, forma al profesional; es decir, abastece al mercado de mano de obra cualificada. Conciencias aletargadas que nadie despierta, a las que nadie pregunta, porque solo memorizan y solo calculan. Y así los niños, en su ignorancia, se hacen mayores cuando nunca debieron perder la originalidad de cuando eran niños. Cuando el niño profesional no es educado en lo fundamental en la Educación, recurre a otras formas de aprendizaje: se pierde y se encuentra en los ecos de saberes repetidos y repetidores de pensamientos ya pensados. Y esos ecos son la televisión, o el cine, que es cultura de imágenes.


La televisión, sobre todo en aquellos que no leen, monopoliza la cultura que el sistema educativo no otorga. Los héroes de mi infancia eran americanos (por aquel entonces les llamaba americanos, les permitía la licencia de atribuirse todo un continente), los salvadores de la segunda guerra mundial eran americanos, las familias de dentaduras perfectas eran americanas, las ciudades eran americanas y las bonitas casas eran americanas. Son generaciones y generaciones, desde los niños que veían westherns en blanco y negro hasta los adolescentes que juegan a videojuegos, educados en una cultura visual cuya finalidad es vender modelos de vida, vender simbolismos e imaginarios desde la ideología explícitamente ausente de ideología en una rueda que gira sobre los hombros de los pueblos del mundo a los que Dios olvidó en la Tierra para prometerles el cielo.


Este mundo de imágenes, es un mundo en el que los pueblos dejaron de vivir como pueblos para difuminarse en una masa global de compradores potenciales que ahora pagan por la vida o que la vida olvida si no pagan. Esta vida es una vida que quiere ser controlada y olvidada por corporaciones mundiales que necesitan dar salida a su producción masiva generando deseos artificiales e infinitos a través de la llave de los medios de comunicación, que son imágenes de la vida artificial que tienden la mano a la persona para que el consumidor se la estreche, olvidando que una vez fue persona, olvidando que una vez fue libre, olvidando que todavía puede levantarse y amanecer desde la libertad de la conciencia.



Josu Ansoleaga