Tal
vez nunca haya existido un consenso
mayor en la historia contemporánea que el de nuestros días. La
crisis del 2008 supuso la oportunidad de refundar el sistema, de
caminar hacia un capitalismo de rostro más humano poniendo límites
al capital financiero mediante una regulación internacional. Lejos
de ello, asistimos por primera vez al asalto explícito de las
soberanías nacionales por los mercados financieros mundiales. Los
medios de comunicación y los políticos hacen suyas las máximas
doctrinarias de los grandes organismos internacionales. Solo hay un
camino: austeridad, recortes, ajustes; en definitiva: el
desmantelamiento del Estado del Bienestar. Décadas de conquista
social se disuelven bajo el peso hegemónico de las tesis
neoliberales, hábilmente camufladas bajo discursos llenos de
tecnicismos pronunciados por autoridades expertas y muy versadas en
asuntos económicos: los técnicos, los expertos, los tecnócratas.
El
peligro de la ideología de Los Mercados (abanderada por grandes
instituciones como el FMI, el BM, BCE, UE, etc) es que se presenta a
sí misma como inocua, como ausente de ideología; un asunto que,
como decía Sarkozy, “no es de izquierdas ni de derechas”.
Tornada en dogma, se difunde en una sola voz por todos los medios de
comunicación principales, y deviene hegemónica, incontestable. En
esta tesitura, a la socialdemocracia europea solo le queda hacer
ruido desde la Oposición o desdibujar sus fronteras ideológicas
desde el Gobierno. Los
ciudadanos asistimos pasivamente al relato mediático del fin de la
ciudadanía; la soberanía nacional depende de la prima de riesgo y
de la especulación depredadora de los mercados financieros. Solo los
extremos del abanico político se atreven a levantarse y señalar a
los culpables. El problema es que muchos señalan en la dirección
equivocada: contra el inmigrante, contra el extranjero, contra la
democracia. En medio de todo este espectáculo dantesco parece
demasiado utópico o revolucionario pretender otras soluciones al
suicidio de Europa. Contra los intereses del Capital y los mercados,
no hay frontera ni democracia que pueda. Bajo el peso homogeneizante
de los media y los políticos, no hay alternativa a esta impostura
que no peque de idealista.
Josu Ansoleaga
escrito en Lisboa
en marzo del 2012
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