Pesa sobre nosotros, hijos de Occidente, una vaga certidumbre que nos lleva a poblar de palabras el mundo y a creer que estas palabras suplen las cosas y rellenan oquedades con una rotunda materialidad.
La
palabra vertida por la boca rodea y envuelve la cosa designada, la
petrifica, la inmortaliza, esto es, la recubre y disuelve en su
interior ¿Y qué queda? La arquitectura de la palabra, la carcasa:
un templo al que acudir para encontrar refugio y consolarse entre sus
blancas paredes. Dentro del templo: el ser, la realidad, la verdad, y
fuera, el vacío, la nada.
El
Verbo funda el Ser y lo suplanta; sobre esta idolatría reposan las certezas de los
hijos de Occidente. Sobre este sustrato metafísico se erguirán,
osadas y audaces, las banderas de dominio y conquista occidentales.
El mundo y todo lo que en él acaece deja de ser un abismo insondable
para convertirse en un relato manejable, enciclopédico,
enciclopedizable.
La balsa de la medusa. Théodore Géricault. |
Las palabras vertidas sobre el papel encuentran el soporte para deslizarse a través del tiempo, sobre el tiempo. ¿Qué es el tiempo? Una cinta que traslada las palabras de la boca al papel y del papel a la boca. En la boca las palabras se erizan y combaten, triunfan o sucumben, y al papel se trasladan, mayestáticas, las palabras victoriosas, ajenas a la extraordinaria violencia que las engendró. De este doble proceso deriva el relato histórico, la Historia.
Sólidas,
angulosas y macizas, las palabras se deslizan en fila por la cinta
del tiempo esperando que el filósofo, el poeta, el sacerdote -en una
palabra, el enciclopedista-, acuda a poner orden y las abrace y las
cambie de sitio, de orden, de posición, de dirección.
El
enciclopedista es un operario que combina y recombina palabras. Él
las moldea, las cercena, las subvierte, las amplifica o las desecha
mientras éstas desfilan impasibles y flemáticas. Finalizado el
trabajo, queda su creación, su relato. Y este discurso cerrado
enseguida se escapa de sus manos y se pone en circulación, abierto a
las heridas, incisiones, desmembramientos y apropiaciones que derivan
del violento girar del tiempo de mano en mano.
Josu Ansoleaga Abascal
Bilbao. Enero 2014
“El occidental es un idólatra inveterado que cree haber dejado atrás toda clase de idolatría” F. H. Ross
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