sábado, 4 de enero de 2014

Hijos de Occidente


Pesa sobre nosotros, hijos de Occidente, una vaga certidumbre que nos lleva a poblar de palabras el mundo y a creer que estas palabras suplen las cosas y rellenan oquedades con una rotunda materialidad.

La palabra vertida por la boca rodea y envuelve la cosa designada, la petrifica, la inmortaliza, esto es, la recubre y disuelve en su interior ¿Y qué queda? La arquitectura de la palabra, la carcasa: un templo al que acudir para encontrar refugio y consolarse entre sus blancas paredes. Dentro del templo: el ser, la realidad, la verdad, y fuera, el vacío, la nada.

El Verbo funda el Ser y lo suplanta; sobre esta idolatría reposan las certezas de los hijos de Occidente. Sobre este sustrato metafísico se erguirán, osadas y audaces, las banderas de dominio y conquista occidentales. El mundo y todo lo que en él acaece deja de ser un abismo insondable para convertirse en un relato manejable, enciclopédico, enciclopedizable.

La balsa de la medusa. Théodore Géricault.

Las palabras vertidas sobre el papel encuentran el soporte para deslizarse a través del tiempo, sobre el tiempo. ¿Qué es el tiempo? Una cinta que traslada las palabras de la boca al papel y del papel a la boca. En la boca las palabras se erizan y combaten, triunfan o sucumben, y al papel se trasladan, mayestáticas, las palabras victoriosas, ajenas a la extraordinaria violencia que las engendró. De este doble proceso deriva el relato histórico, la Historia.

Sólidas, angulosas y macizas, las palabras se deslizan en fila por la cinta del tiempo esperando que el filósofo, el poeta, el sacerdote -en una palabra, el enciclopedista-, acuda a poner orden y las abrace y las cambie de sitio, de orden, de posición, de dirección.

El enciclopedista es un operario que combina y recombina palabras. Él las moldea, las cercena, las subvierte, las amplifica o las desecha mientras éstas desfilan impasibles y flemáticas. Finalizado el trabajo, queda su creación, su relato. Y este discurso cerrado enseguida se escapa de sus manos y se pone en circulación, abierto a las heridas, incisiones, desmembramientos y apropiaciones que derivan del violento girar del tiempo de mano en mano.


Josu Ansoleaga Abascal
Bilbao. Enero 2014 


El occidental es un idólatra inveterado que cree haber dejado atrás toda clase de idolatría” F. H. Ross 

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