domingo, 5 de mayo de 2013

La primera mentira que fundó la Humanidad


Pintura de Edward Hopper
Hay en el gesto que premedita y sopesa el trazo de la letra que inaugura un escrito un resabio donde se concentran todos los artificios de la comunicación verbal: la distancia, el rodeo, la sombra, el arte de la suplantación, del ocultismo, del engaño. 

El primer balbuceo de los tiempos fundó el engaño sobre el que cabalga la humanidad entera hacia un destino incierto. Al artista de la primera palabra dicha de espaldas al imperio biológico corresponden todos los honores y debemos todos los elogios.

Son los artistas quienes desde entonces vienen sembrando de nombres las cosas. Son ellos quienes poblaron de dioses el firmamento, quienes roturaron la tierra y organizaron la urbe. Con asombroso dominio de las artes plásticas, ellos fueron quienes alumbraron y modelaron las nociones morales y quienes sujetaron la sociedad en un manojo vertical que ha ido pasando por las manos de diferentes ideas absolutas fundadoras.

Erguirse fue la ocurrencia más sofisticada del artista primigenio. Necesitaba sus manos para acompañar con gestos el primer balbuceo de la humanidad, para sujetar la pluma y el papel con los que fundar el mito y la memoria. Necesitaba las manos libres para ceñirse una corona y sostener un cetro, para manejar una batuta con la que dar ritmo y sentido al fugaz desfile del hombre sobre la tierra.

A los artistas y su engaño, pues, el aplauso por la partitura del tiempo desde donde vienen danzando todas las ideas arbitrarias por las que el homínido se ha erguido e inclinado y por las que ha hecho el arte y la guerra, la técnica y la historia.