Resulta triste que sea privativo de la izquierda (y de parte de la socialdemocracia) exigir justicia internacional y denunciar la exagerada desproporcionalidad de los ataques israelíes en Gaza. Muere una persona de un bando y casi doscientos del otro (entre ellos, “medio centenar” de niños y la mayoría civiles), y a eso lo llamamos "guerra" o "enfrentamiento".
La
derecha (conservadores, democristianos, liberales, y otras variantes “ultra” –y
sin meterlos a todos en el mismo saco–) ha sido históricamente antisemita en
Europa. Ahora, acrobacias y piruetas ideológicas de la Europa de posguerra, se
han reconvertido en sionistas. Sionistas por aplauso, por omisión o por
discreta connivencia.
Entiendo
que el paraguas ideológico de cada cual sirva de guía para interpretar la
escena internacional, y que cierta opinión pública vea con buenos ojos que
Europa expíe sus culpas y su mala conciencia en tierras ajenas, a costa de un
pueblo que nada tuvo que ver con el secular antisemitismo europeo. Puedo
entender los temores (fundados o no) de que se produzca "un genocidio a la
inversa" y los ciudadanos israelíes se vean obligados a una "segunda
diáspora". Y que, desde esa óptica alimentada por el miedo, se sustente el
derecho de Israel a “defenderse”.
Pero una
narrativa ideológica jamás debería servir de parapeto para legitimar,
distorsionar o difuminar el crimen –que no guerra ni conflicto– que se lleva
cometiendo desde 1948 en territorio palestino. Ese entusiasmo por nivelar y
hacer simétrico el enfrentamiento entre una superpotencia militar y una
población hacinada y desesperada tergiversa la realidad y se vuelve cómplice y
respaldo de los verdugos.
Lamentablemente, ese es el papel que juegan la mayoría de los medios de comunicación. Y tienen dos maneras de hacerlo: una manera formalmente ideológica, “de trincheras”, y otra aséptica. La primera se identifica con un bando y opone su causa (legítima) a la de un oponente (ilegítimo), relativizando, negando o justificando las tropelías propias y magnificando las ajenas. Esta es a grandes rasgos la manera de enfocar el conflicto palestino-israelí de la prensa conservadora.
Lamentablemente, ese es el papel que juegan la mayoría de los medios de comunicación. Y tienen dos maneras de hacerlo: una manera formalmente ideológica, “de trincheras”, y otra aséptica. La primera se identifica con un bando y opone su causa (legítima) a la de un oponente (ilegítimo), relativizando, negando o justificando las tropelías propias y magnificando las ajenas. Esta es a grandes rasgos la manera de enfocar el conflicto palestino-israelí de la prensa conservadora.
La
segunda manera, la aséptica, es aquella que se presenta como neutra y no
ideológica. Es la prensa liberal (y cada vez más, de corte socialdemócrata) que
cultiva una narrativa del reparto equitativo de las culpas y responsabilidades.
Nivela, aplana y hace simétricos a los oponentes y sus causas. Preconiza la
necesidad de paz pero jamás señala al opresor. Y si lo hace, diluye y
democratiza su acusación de manera que quepa en ella el mayor número de
culpables. Es la famosa consigna del “todos somos responsables de la crisis” o del
“todos hemos vivido por encima de nuestras responsabilidades” aplicada, en este
caso, al drama palestino. La línea editorial de muchos periódicos. La postura habitual
de las Naciones Unidas.
Los
hechos, los datos y las cifras a menudo se acomodan a los relatos ideológicos,
y es legítimo (además de habitual) que cada cual se arrime a sus referentes y a
sus siglas (de tenerlas) e interprete el mundo desde su ventana-ideología. Pero
solo hasta cierto punto. No a costa de sacrificar la evidencia y de faltar a la
verdad. Lo que está ocurriendo en Gaza no es un enfrentamiento o una guerra. Es
un ensañamiento brutal de Israel sobre la población civil palestina.