lunes, 30 de julio de 2007

Le temblaban las manos cuando tuvo que elegir

Cuatro paredes blancas. Sin ventanas. Sólo un austero escritorio, enteramente blanco también, sobre un suelo de un blanco pulcro, con un señor con traje blanco, que espera sentado, apoyadas las manos sobre el escritorio, jugueteando con la pluma y mirando de tanto en tanto el reloj que cuelga frente a él, encima del marco de la puerta, todo ello de un blanco solemne, por supuesto.
Se interrumpe el silencio, una mano toca la puerta, se hace el silencio de nuevo y, por fin, el pomo gira y un hombre joven, muy joven, la cruza y toma asiento frente al hombre de blanco.
De nuevo el silencio. Y así trascurren los minutos, rasgado el silencio con el suave repiqueteo del reloj de pared y con el suave latido del corazón del joven que, por otra parte, es el vivo reflejo de la indiferencia, pues su rostro no muestra ninguna emoción y su mirada, aunque cargada de intensidad, se posa sobre la del hombre de blanco sin sentimiento, sin mostrar un ápice de cualquier emoción humana, y éste a su vez se la devuelve, si cabe, con mayor intensidad bajo sus pobladas cejas, pero también rodeada de un áurea de indiferencia, como tallada en piedra, inexpugnable. Sólo se miran, sin pestañear, como dos estatuas silenciosas en duelo.

- Tienes que elegir- las palabras brotan de la garganta del hombre de blanco interrumpiendo el silencio bruscamente.

El joven, sin que la más mínima alteración surque su rostro, se limita a carraspear y dice:
- Por eso es por lo que me encuentro aquí. ¿No es así?

El hombre de blanco asiente al tiempo que juguetea con la pluma. En su rostro se dibuja una mueca, tal vez el preludio de una sonrisa, que, sin embargo, queda en nada, pues sus facciones se reafirman inmediatamente.

- Tienes que elegir- repite con el mismo tono mientras se acomoda sobre el respaldo, y su mirada cobra una intensidad aún mayor escrutando al joven, al que sabe inexpugnable, al menos de momento.

- No sé porqué he de hacerlo, en verdad. Como tampoco sé que es lo que hay que elegir, así que considero de vital importancia que antes tratemos el asunto, lo que quiera que sea aquello que concierne a mi vida, pues una decisión siempre supone abrir una puerta y cerrar otra. Pero, como ya digo, ni sé sobre que hay que decidir. Quizá usted arroje un poco de luz sobre este asunto si no se limita a repetir la misma frase…

El hombre de blanco escucha sus palabras sin que la más mínima alteración asome de su rostro, y tras una pausa en la que las miradas siguen cruzadas, pétreas, como si la conversación no se hubiese dado, como si los ojos se posasen sobre realidades ajenas a la que revelan las bocas al hablar, responde en un torrente de palabras que, sin embargo, fluyen tranquilas, sosegadas:

- Me temo que poco tengo que decir yo sobre este asunto. Como bien ha dicho, es parte de su vida, y como parte de su vida que es, sólo a usted, y a nadie más le concierne. Poca luz puedo arrojar yo sobre sus decisiones, sobre su vida, pues es la suya, no la mía. Y yo no soy quien para alterar la balanza sobre la que pesan sus decisiones. No, yo no tengo ese poder, ese privilegio. Usted, como dueño de su libertad que es, deberá elegir, libremente, sin intromisión de nadie, pues sólo entonces hará lo que hace porque es quien es, y no porque otros hayan trazado previamente la senda por la que serán conducidos sus pasos, como el rebaño sigue al pastor, o peor aún, como el rebaño sigue al rebaño.

El joven, quien no deja de asimilar las palabras del hombre de negro sin el más leve movimiento de cabeza mientras sus ojos lo escrutan y hablan en otro plano, replica con el mismo tono de voz, suave y pausadamente:

- Razón puede que no le falten a sus palabras. Sin embargo aquí me encuentro yo, preguntando sobre lo que hay que decidir, no sobre la vida y las decisiones, sino sobre lo que ahora mismo usted, que me considera libre, me apela a responder, siendo yo prisionero primero de mi ignorancia acerca de todo esto, y segundo de estas cuatro paredes que me obligan a elegir, a decidirme, y con ello a renunciar, sin saber bien a qué, sin saber bien el porqué.

- El porqué está claro, joven. Porque así es la vida, tarde o temprano. Porque usted es quien es gracias en gran parte a las decisiones que han desencadenado sucesos, de los cuales se ha empapado su alma, su personalidad, o como quiera llamarlo, hasta el punto de que usted es quien es porque el azar, y luego su voluntad, y sus decisiones, han determinado que así sea, condicionando su manera de pensar, de actuar, su personalidad, todo. La vida funciona así, se mueve bajo esa dinámica, y la vida lo es todo- estas últimas palabras las dice con una solemnidad que no queda registrada ni en sus gestos, ni en lo imperturbable de su persona-. De modo que elija, pues el tiempo corre paralelamente a la vida y- añadió consultando el reloj de la pared- el tiempo para esta elección de agota.

El joven ni siquiera pestañea, ni parece perturbado su espíritu por la prisa que ronda sobre su cabeza esperando caer, pues sigue sin saber, sin comprender, sobre qué es lo que tiene que elegir.

- Todo eso no responde a mi situación. Como ya le he dicho usted me pone entre la espada y la pared, y poca libertad hay en ello. El tiempo corre pero yo necesito saber más, y no creo que sus respuestas condicionen ninguna balanza, pues solo se trata de saber. Saber para luego decidir en consecuencia, y ser responsable de mis actuaciones.

- No comprende. No…no comprende – estas palabras son precedidas de la misma mirada penetrante e inexpresiva, desnudas por otra parte de todo gesto-. El problema es que nunca sabemos, no sabemos nada. Las decisiones se fundamentan sobre cimientos inestables. O acaso usted habría decidido aquella tarde de julio, en el parque de atracciones, con su sobrino, rodear la gran noria por la parte derecha, sabiendo previamente que, de haberla rodeado por el camino izquierdo, usted se habría chocado con quien sería, con el tiempo y el cariño, su futura esposa, siendo padre ahora de una preciosa hijita de ojos azules y un hombre feliz….No, usted escogió el camino derecho, y no hay nada malo en ello. Simplemente escogió, simplemente vivió, y ahora es quien es porque caminó por la derecha, y por lo mismo es también feliz, siendo soltero, con unas inquietudes y unas aspiraciones diferentes. Por ejemplo en usted no se ha despertado el instinto paternal como lo hubiese hecho de haber caminado por la izquierda.

Una sombra de sentimiento apenas imperceptible cruza el rostro del joven, quien ahora, con un ligero temblor de voz, comienza sus palabras:

- De ser cierto lo que usted comenta, y a juzgar por su semblante que lo es, dígame, si es tan amable, como podré alcanzar yo la dicha y la paz en mi vida, sabedor de que he perdido una mujer y una hija de precisosos ojos azules. Sus palabras me atormentan. Ya he pensado alguna vez en ello pero sólo ahora alcanzo plena conciencia de mi vida: me encuentro a la deriva en un océano de oportunidades perdidas.

- No. Esa no es su vida. Eso es la vida, en esencia. – le interrumpe el hombre de blanco- y por ello, para que usted siga el curso de su vida sin verse perturbado por saber más de lo que debe, por ello, yo no puedo arrojar ninguna luz sobre el asunto, no puedo decirle sobre qué tiene que elegir, joven, pues sólo así la vida cobra sentido, sólo así usted se constituye en individuo libre, no prisionero del saber, de lo que pudo haber sido y, sin embargo, no es ni será. Esas son las limitaciones naturales de la vida, y la vida es sinónimo de libertad, y la libertad le forja a usted como persona. Yo no puedo ayudarle, yo no puedo intervenir. Elija. El tiempo corre. El tiempo se agota.

Se puede apreciar ahora como la mandíbula del joven se tensa, apenas una fracción de segundo, para volver a su posición original, mientras asimila las palabras del hombre de blanco, y su actitud adopta una postura reflexiva, como ajeno a las prisas y, sin embargo, en su mirada imperturbable, en sus ojos abiertos, se revela el nerviosismo. Pero sus labios funcionan al margen, como esculpidos en otro rostro, y, pacientemente, dice:

- No estoy de acuerdo en ciertos aspectos de lo que usted comenta.
En primer lugar, ya ha alterado mi vida con una información que nunca debería de haber llegado a mis oídos. Ahora cargo con un peso en la conciencia. Nunca he amado y ahora sé que, en el pasado, pude haber amado. En segundo lugar, usted considera que no es quien para influir o intervenir en mi vida, y sin embargo, en el día a día, el ser humano, que es un ser social por naturaleza, adopta una u otras decisiones en función de sus seres queridos, que le aconsejan, y que incluso deciden por ellos mismos, buscando, ciertamente, lo mejor para los mismos. Es innegable que somos de quienes nos rodeamos, y quienes nos rodean arrojan el saber del que nosotros carecemos, y viceversa. ¿Cómo es entonces que usted, como persona, considera una privación de mi libertad poner sobre la mesa el objeto, u objetos, sobre los que pese mi elección?


La pluma deja de bailar, el hombre de blanco la descansa sobre la mesa, se inclina sobre el escritorio, la mirada indefinida, casi aburrida, y comenta lo siguiente:

- Veo que ha tenido en consideración el tratarme como persona, como ser humano, y si bien comparto sus palabras, me considero en la obligación de desmentir mi apariencia humana, y con ello, a negarle mi ayuda.

En el joven no apareció ninguna manifestación de sorpresa

- ¿Quién o qué es entonces?

-… Respecto al primer punto, he de aclarar que toda la información que yo aporte sobre su pasado, es cosa del pasado, y como tal, no va a tener repercusión en su ánimo, ni cabida en su memoria cuando el tiempo finalice y usted despierte…Lo importante es el ahora, es este mismo instante. Elija.

De no ser por la perla de sudor que resbala por la sien del joven, nadie diría que se encuentra ante una situación comprometida, pues su silueta sigue contenida, inamovible, aunque su mirada de roca inerte se muestra ahora susceptible, temerosa. Respira hondo y movido por una fugaz revelación, dice:

- Creo que ahora entiendo…Sí. Usted soy yo, por ello no puede ayudarme…

Por toda respuesta obtiene el silencio, si acaso una ligera sonrisa que parece perfilarse en el hombre de blanco, apenas un movimiento imperceptible de los labios.

- ¡Tú eres yo, y al mismo tiempo no eres nadie, porque nadie podría saber lo de la noria! – el nerviosismo se apodera del joven y tiembla por momentos. Su mirada se muestra afligida, ya no hay nada que ocultar. Ya no hay duelo.

- Le tiemblan las manos, joven.

- Lo sé, y también me sudan. Ya sé sobre que tengo que elegir, porque sé lo mismo que tú sabes, y creo estar seguro de mi elección, pero antes de despertar quisiera saber, quisiera preguntarme a mi mismo, pero a través de ti, más cosas sobre el pasado, sólo estando seguro de que estas no me van a atormentar por la mañana, durante el día, y los días siguientes.

- Puede,..Puedes estar seguro de ello. Esto es pura rutina. Todas las noches ocurre. Cuando por fin te entregas a los sueños. Tu te sientas, yo espero sentado, y ante nosotros, una nueva decisión que se asienta en nuestro subconsciente y se gesta hasta ponerse en práctica al día siguiente, o a los días siguientes. A veces decides dormido cosas que pasarán dentro de mucho tiempo, porqué tú abres esa vía, esa posibilidad.

- Lo sé. Sé todo lo que tú sabes, pero tengo miedo, y sé que sabes cuál es mi decisión, así que antes de que acabe el tiempo me gustaría que me cuentes más cosas que pude haber hecho en el pasado, pues eso no lo sabe nadie, y tu tienes el concepto de nada en ti mismo- y añade con ansiedad en la mirada, como anhelando la respuesta que hace feliz al niño- ¿Pude haber amado en más ocasiones?

Esboza por fin una amplia sonrisa el hombre de blanco, que pierde toda áurea hostil y adquiere un papel divertido.

- Sabes una cosa- dice jugueteando de nuevo con la pluma.- muchas de nuestras conversaciones culminan con la misma pregunta, exactamente la misma. Es curioso, porque ahora mismo, mientras se produce esta conversación eres feliz soñando que destruyes dragones en parajes medievales. Nunca sueñas con amar, ni con ser amado. Sueñas con todo, pero nunca sobre eso. Quizá sea eso lo que te preocupa, quien sabe. Yo no lo sé. El amor llegará, o puede que no llegué, si no lo has encontrado puede ser que no estés preparado para buscarlo, que no lo estés buscando. Te preocupa ser incapaz de amar. ¿No es así?... porque pregunto, si ya se la respuesta, si tu la sabes, si todos sabemos mucho pero no nos paramos a pensar durante el día, porque no nos conocemos pero creemos conocernos mejor que nadie…Te he puesto el ejemplo de la noria y de tu mujer, por ser el más intenso caso de amor, pero no es el único. Habrías amado en diferentes grados, pues nunca se ama igual, a la rubita compañera de pupitre, desde los cinco años, si tus padres hubiesen decidido llevarte a colegio privado, a la maestra sustituta de matemáticas si la maestra titular hubiese caído enferma dos semanas en enero, y así, infinitos ejemplos, ocasiones que se suceden y pasan delante de nuestras vidas, sin tocarlas, sin alterar su curso. Y lo mismo con las amistades, puedes imaginarte…pero ya hablaremos de esto mañana, cuando te quedes dormido, si es que da tiempo. Por hoy el tiempo ha llegado a su fin.

Efectivamente, las manecillas del reloj se detienen en el mismo momento de ser pronunciadas estas palabras, y el joven, todavía sacudido por las palabras del hombre de blanco, se levanta y con una inclinación de cabeza le da los buenos días a aquel que no es otro que sí mismo, y cruza la puerta.





El despertador llevaba ya un minuto sonando, cuando mi mano a tientas en la oscuridad tropezó con él, y lo apagué, y entonces me invadió la certeza de que ese día no iría a clase. Me daba pereza, así que me dormí de nuevo. Ese es el motivo de mi ausencia a clase ayer día 23 de febrero de 2007.
Firmado: Yo



El profesor alzó la vista, y dobló la nota entre sus manos. Escrutó al joven que tenía delante con mirada inquisitiva unos instantes, como estudiando las posibles formas de actuación y finalmente dijo:

- Sin duda alguna, esta es la justificación por una ausencia a mis clases más absurda que he visto en la vida. Pero la encuentro divertida, y sincera. No se si es que eres idiota o es que le hechas muchos cojones al asunto. Anda, siéntate y piérdete de mi vista…





J_&_A
Julio 2007

9 comentarios:

Anónimo dijo...

El principio me ha parecido un rollo... un rollo como un piano, para dormirme sobre el teclado.
La introducción está bien, pero la continuación es lenta, repetitiva y monótona.
A partir del momento en el que empiezan a aclarar lo de las decisiones, que empiezan a hablar algo más claro, me empieza a gustar. Toda la filosofía que has contado me ha parecido mortal. Pero el final me ha gustado, que fuera el subconsciente de un sueño...
aunque no me gusta más la de los espejos. es más mi estilo!
smuaks de mora

Anónimo dijo...

Pues voy a ser radicalmente opuesto al otro comentario, que ademàs así tiene más gracia: me parece que vas puliendo poco a poco la pluma y me gusta la trama (aunque a la parte filosófica habría que hacerle un lifting o un peeling), pero el final me parece un pegote, típico de best seller o película americana, en la que para que el inculto espectador se quede flipado le dan la vuelta al argumento y lo ridiculizan o minimizan encorsetandolo en una realidad innecesaria. Si lo hubieras dejado inconcluso o no lo hubieras enmarcado dentro de una cotidianidad hubiera sido más especial y menos convencional (más "cube" y menos "matrix"). Por lo demás...mola. Aio!

Anónimo dijo...

Pues a mí me ha gustado bastante. Al principio me dejaste con la intriga de por qué aquellos dos hombres, por qué aquella conversación. La trama es lenta pero con intriga y usas las palabras perfectamente para describir la situación.

En el momento en que se resuelve el misterio, el relato coge poco a poco más intensidad si cabe y acaba con un final cojonudo!

Las ideas filosóficas que nos dejas en el relato me hacen reflexionar, y es más, me gusta ese punto de vista acerca de las decisiones.

Si te digo la verdad, antes de leerlo vi la extensión del relato y pense: uffff! Pero se me ha pasado volando y de verdad, me ha gustado mucho.

Un abrazo!

Popi dijo...

Lo mejor de todo es el final, la sorpresivo del asunto. Desvarías demasiado sobre el mismo tema: las decisiones te determinan. Me gusta el uso que haces de las comas, sobre todo al principio del cuento. Luego ya te pierdes también y al corregir se te pasan algunas cosas, pero eso es algo humano. En un momento el hombre de blanco es el hombre de negro, un detalle sin importancia si no le hubieras dotado tú de importancia al hecho de que vaya de blanco. POr lo demás.. me gusta que a la gente se la vaya la pelota divagando y dando rienda suelta a sus paranoias, pero más cortito es mucho mejor para un blog y para los cuentacuentos, que normalmente pretendemos leer el máximo de cuentos posibles, y te lo digo yo que a veces me da vergüenza escribir los rollos insufribles que escribo. Es la primera vez que te leo, prometo meterte más caña la próxima, auqnue tiendo a volverme un blando con el paso del tiempo.:p A mí me gusta que me metan caña: tienes vía libre.
Y bienvenido a Cuentacuentos!

Anónimo dijo...

A mi me parece un poco largo y espeso zzzZZZ ¡PLOF!. pero todos tenemos días mejores y peores.

saludos.

Carabiru dijo...

Confieso que al principio se me hizo un poco aburrido, demasiado divagar sin sacarnos de la duda que se crea al no saber de qué hablan.

Sin embargo de esa parte destaco la estructura que parece la de un guión, como si estuvieses preparando todo para un cortometraje.

Ya hacia el final de la parte onírica la cosa coge interés (para mi gusto) se hace más ameno de leer.

Me encanta el final, ya que con toda la parrafada anterior, nunca habría pensado que fuese una excusa para no ir a clase.

A pesar de su extensión, he de decir que me alegro de no haber tirado la toalla como tentada estuve a hacer.

Salu2 y si aún no te lo he dicho, bienvenido!

Pugliesino dijo...

Un comienzo que alberga varias opciones de como continuará el relato pero que una vez definida la situación creo la extiendes en demasía en cuanto a la insensibilidad de los dialogantes [aparece un señor de negro brevemente que no consigo ubicar en la escena] Pero el final merece la pena el recorrido. Aunque no dejo de mencionar que para textos así influye tambien el momento en que se lee y el mio no sea el mas idóneo pero aplaudo que escribas tal cual lo piensas sin fijarte en extensiones o medidas. Es la principal ley de Cuentacuentos, escribe y disfruta haciéndolo!
Un abrazo y no dejes de escribir a tu regreso

Anónimo dijo...

a ver cuándo vuelves que necesito que alguien me de un tortazo con la realidad...

Anónimo dijo...

cambiaaaa y pon algo nuevoooo esto abureeeeee