miércoles, 9 de mayo de 2012

Por qué no dejarse el diario abierto en una superficie cualquiera


El problema es el de siempre: ese ojo espía y ajeno y esas manos intrusas que imagino que abren este cuaderno, lo recorren y lo violan; ese espectador imaginario que se torna en juez, en crítico, en el pudoroso vigilante de las directrices del bien-pensamiento convencional y encorsetado, que me mira y me censura y hace que yo escriba gilipolleces con el estúpido objetivo de que sean leídas -y aprobadas- por Otros.

Escribir para Otros y no para Mí con la certeza de que algún día a alguien le dará por satisfacer su curiosidad destripando mis pensamientos. Y mientras tanto yo, huidizo y difuso, escudado tras una formación perfectamente inauténtica y disciplinada de palabras, vuelco los retratos y giro los espejos para no enfrentarme a mis más auténticas vergüenzas, miedos y verdades. Las evado cuando escribo porque no escribo para mí.

La escritura puede llegar a ser un perfecto ejercicio de falsedad e hipocresía. Las palabras pueden llegar a ser el más efectivo parapeto de la retórica y la mentira. Bajo su sombra y entre sus pliegues esconden a un pequeño escritor desnudo y asustado. Hay que reunir un inconmensurable valor para desnudarse frente a los demás, pero más valor hay que reunir para desnudarse frente a uno mismo. 

Escrito el 6 de febrero. 
Lisboa. 

1 comentario:

Paula dijo...

Es una reflexión muy bonita..y yo me pregunto, ¿y después?